sábado, 24 de septiembre de 2011

UNA PRIMERA REFLEXIÓN



Uno de los mejores momentos de esta 'manía' de escribir es la sensación de vivir las cosas dos veces: vivir de verdad y vivir el recuerdo. Dos tiempos, dos momentos: 1994 y la España post-Expo, post-Olimpiadas, Barcelona y Sevilla empequeñeciendo, y el horizonte en una isla al norte; 2011 y Amazon, libros, Barcelona y el catalá, mis sobrinos, y compartir macetas de jazmines... Y sí, tengo el irremediable vicio de mezclarlo todo, como si algún día fuese a descubrir un cóctel que nos transformarse en seres inmortales.


Colaborar con mi relato en El español en la maleta me ofreció esa oportunidad: volver a Escocia por un momento, bucear y recobrar algunos de los instantes que atesoré con Esther, Amaia y Carmen, oír una gaita en la lejanía, escanear una vieja foto... Leí, releo los relatos de mis compañeros de aventura libresca y paladeo esa sensación maravillosa que me une a ellos: como aves de migración, con una maleta cargada de sintaxis, palabras y sonidos, descubrimos el placer de sentirse extranjero.


Y cada vez que quiera saber algo de otro país, de Albania o de Brasil, de Grecia o de Irán, abriré las páginas de este libro. Sé que encontraré un punto de vista único, dotado de una gran calidez original que me conectará, además, con mi pasado, con mi lengua y con gran parte de mis intereses. Y desde mi jardín de invierno escocés, seguiré viajando por el mundo.

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