La libertad con la que se han escrito estos relatos crea, también, un conjunto interesante de perspectivas: algunos profesores escriben su relato cual crónica, otros de modo más novelesco, otros en forma casi epistolar, otros con una prosa que roza lo poético… Algunos son más serios, otros más amargos, otros más irónicos… Todo ello aporta una gran riqueza de retazos, de retratos, de vidas.
Vemos a los profesores, más que actuando o declamando en el escenario de la clase, viviendo entre bambalinas… Gracias a estos relatos nos adentramos en dormitorios, en cocinas, en salas de espera, en administraciones, en barcos, en el interior del correo electrónico, en camas - sí, también en camas…– y en sueños… Son veintisiete conversaciones, veintisiete encuentros, en los que nos abren sus maletas y con ellas el sentir de quienes las llevan…
Leyendo el libro no pude dejar de pensar en varias bibliografías de mis tiempos de Universidad, cuando todos los que estudiábamos Filología queríamos ser críticos literarios sin preguntarnos si, con tantos críticos, quedaría algún escritor en el mundo….-… Libros como la Anatomía del Cuento de Propp, El grado cero de la escritura o El placer del texto de Barthes , otros de Greimas y otro, el más importante, de alguien que no recuerdo y que es el que más me interesa para ese caso… ¡Así de selectiva y de malvada es la memoria!
Todos estos autores se planteaban qué había en común detrás de las historias universales, detrás de los cuentos maravillosos y de los grandes hitos literarios y trataban de determinar la estructura –qué término tan moderno en aquel momento- que hacía que los relatos fueran poderosos.
Convenían que las grandes historias siempre implican un viaje, un movimiento del héroe hacia otra parte para lograr una gran tarea – si queréis, en palabras más rimbombantes: una “misión”–.
El héroe emprende un camino, generalmente iniciático, y, a lo largo de él, encuentra adversarios, monstruos, molinos, hidras, vientres de ballena… En definitiva, pruebas: oponentes reales o imaginarios a los que debe vencer. En ese camino, en ese viaje en busca de tesoros y vellocinos, de tierras ignoradas, en ese viaje a través del espacio, o del tiempo, en ese viaje a los orígenes o a las esencias, el héroe se transforma, encuentra capacidades que no tenía, fuerzas de las que no se sabía poseedor
¿No os suena eso leyendo estas páginas? ¿No se han encontrado así Manuel o Marta, Carlos, Consuelo o Ana, Susana, Noemí, Juan Carlos o Francisco, Matilde, Leonor o Fernando….?
Como en las grandes gestas literarias, ninguno de nuestros 27 profesores se ha trasladado simplemente en el espacio, ninguno se ha movido inocuamente… El viaje, el verdadero viaje, es evolución. Nadie es igual después de su viaje, todos están – estamos- transformados.
El viaje es una decisión, y muchos de estos relatos nos hablan de ella: vemos aquí que, en ocasiones, es una decisión meditada, otras fruto de un impulso, otras del amor, alguna estudiada, otras improvisadas, otras “gogleadas” –como dice en el texto y la RAE nos coja confesados…–, incluso, en una ocasión, tomada en el último momento
Y, a partir de la decisión, empieza, lo que mi autor olvidado llamaba “el ciclo del héroe”: la salida del hogar, el despojarse de arraigos, objetos, hábitos y ataduras para iniciar la partida y, una vez desasido, enfrentarse a oponentes, misterios, peligros… Pruebas y más pruebas …. Muchos de estos relatos, en esta pequeña vuelta al mundo metidos en el equipaje de nuestros colegas, se centran en las sensaciones frente a esas pruebas: encontramos aquí todo tipo de sentimientos, fácilmente reconocibles por quienes nos hemos desplazado a vivir al extranjero: el miedo, la soledad, la extrañeza, el desamparo, las dudas, el desconcierto, los malentendidos, “el peso terrible de la nostalgia”…
Y, sin embargo, aunque a veces parezca imposible, siempre - como describían Barthes, Propp, Greimas y ese autor tan importante que no recuerdo–, siempre el héroe termina recompensado. Y allí surge la solidaridad, el deslumbramiento, el apego, el amor, el afán de integración, el esfuerzo por comprender…, el encuentro.
En ocasiones la recompensa son los estudiantes –¡cuántas veces en estos relatos son los estudiantes!-, los colegas que, en entre los expatriados se convierten casi necesariamente en amigos, los conserjes, los porteros o las casas, los paisajes, los puentes o las puestas de sol, o la calma, el orden o el caos o un olor a especia o sonrisas ajenas y apretujones, …
Y son esas recompensas las que hacen que, en algún momento, el lugar ajeno al que llegamos se convierta también, o, al menos, en cierta forma, en nuestro hogar…. Pero resulta que, cuando lo es, cuando se logra ese triunfo, los héroes tienen que emprender el regreso que, en muchas ocasiones, se torna otro desgarro, otro despojarse para emprender el camino de vuelta a casa, siendo ya otros, irremediablemente otros. Otros y condenados a la nostalgia eterna de aquel lugar ignoto que también fue nuestro pero al que no podemos volver del mismo modo en que estuvimos.
¿No les ha pasado eso a Carmen, a Rafael, a Isabel, a José María, a Aitor, a Rosa María, a José Antonio, a Bibiana, a Enric, a Natalia, a Javier, a Andrés, a Manuela…?
Hay tantas vicisitudes en estos relatos, tantas pequeñas heroicidades que es imposible no reflexionar sobre el pluriempleo que encierra el hecho de ser profesor de español –o de otras lenguas, imagino- por el mundo. No sólo hay que ser grandes profesionales –condición presupuesta para realizar cualquier empresa- sino que, además, tenemos que ser grandes nómadas y tener una gran vocación –o una gran inconsciencia- para no desfallecer ante los inconvenientes de tantos contextos llenos de dificultades, como se ve a lo largo de estas páginas. El profesor de español es mucho más que eso: dispuesto a todo, aprende sevillanas en Australia y las enseña en Japón, mendiga periódicos de embajadas, cocina, hace de guía, se vuelve historiador, lucha contra la burocracia, navega, bandea toda suerte de dificultades, liga –cómo liga… - y ama.
No me queda más que agradeceros a todos los que habéis escrito estos relatos por habernos permitido, desde dentro de vuestra maleta, acompañaros en ese viaje al interior y a Esquema ediciones por haberlo hecho posible.
Largo y feliz camino para todos”.
Barcelona, 10 de noviembre de 2011
Lourdes Miquel
Jo, qué bonito!!!
ResponderEliminarCuando sea joven, quiero ser crítica literaria!
En serio, me sorprende a mí misma que una reseña me haya emocionado tanto.... Gracias, Lourdes!!!